Desde antes que ocurriera el fundamental suceso histórico para nuestra patria, la calle Revolución era conocida como De la Amargura. El nombre se debe a un relato acerca de que ahí vivía una enamorada joven, cuyo novio correspondía a los amorosos sentimientos. Los parientes de los antiguos vecinos recuerdo hoy que en sus encuentros, la pareja permanecía tomada de la mano, mirándose a los ojos y prometiéndose eterna compañía.
Por las mañanas, el muchacho acostumbraba saludar a su prometida primero y después se iba a su trabajo. Mientras tanto, ella se quedaba en su casa, ayudando a su madre en los quehaceres domésticos y preparándose para el matrimonio. En la tarde, él regresaba a visitarla; así, pasaron el noviazgo felices y tranquilos durante muchos meses.
Una mañana, el joven llegó muy angustiado a la casa de su novia y le comunicó que tenia que incorporarse a las filas de la Revolución jurándole volver lo más pronto, para casarse. Pero el enamorado nunca retornó. El tiempo pasó y la muchacha perdió las esperanzas de verlo otra vez.
Fue inútil el esfuerzo que realizó su familia para sacarla de la profunda tristeza en la que se hallaba. Ella comenzó a hacer cosas extrañas; entre sus rarezas, recorría la calle entera con un ramo de jazmines el la mano, preguntando llorosa a las personas que encontraba, por su prometido. Nadie le contestaba. Si embargo, la novia continuo hasta la muerte interrogando sobre el paradero de quien llamaba su “futuro esposo”. Xalapa se acostumbro al figura acongojada de esta mujer, quien envejeció prematuramente en la calle de la amargura.