En el río de Coapexpan, hace mucho, acostumbraba una viejita lavar su ropa. Cierto día, al regresar de tender parte de lo que había lavado, notó que el resto de sus prendas dejadas sobre una roca desapareció. Confundida, la buscó por algún tiempo, en los potreros y entre las matas, pero sin ningún éxito. Volvió triste y cansada a su casa, y se recostó un rato a reposar de las caminatas y búsquedas que tuvo que hacer todo el día. Más tarde, siguiendo preocupada, regresó como a las diez de la noche, convencida de que debía encontrar su ropa. Llevaba un candil con el que apenas se alumbraba a causa de que el viento quería apagarle la flama. Efectivamente, pudo descubrir el lugar donde había estado lavando por la mañana, y se fijó en el sitio en el que dejó su batea. En ese momento escuchó una voz que le preguntaba:
– ¿Qué buscas aquí a estas horas, abuelita?
La señora volteó rápidamente y atemorizada para buscar de donde venía esa voz. Al principio, no vio nada, pero se dio cuenta que quien le había hablado era el mismísimo satanás. Tan grande fue la impresión de esta pobre mujer, que dejó caer el candil y se desmayó durante toda la noche.
El marido y sus hijos, al percatarse de su ausencia siendo ya tan tarde, salieron a buscarla por los montes y a lo largo del río, con lámparas de mano y machetes; sin embargo, fracasaron en su intento por hallarla. Sólo a la mañana siguiente, pudieron localizarla, tirada junto a la batea y su ropa. Se dice que la señora estuvo “maleada” y en cama por algún tiempo, hasta que pudo contar a su familia lo que había sucedido. A los pocos días, la anciana falleció, a pesar de los cuidados.
Actualmente, se afirma que esta viejita anda penando y que se aparece con su candil en el lugar donde solía lavar su ropa, dejando pedazos de jabón obre las piedras.